Spike Lee

– [Entrevista] Spike Lee –

 «Basquiat no podría permitirse
vivir en Nueva York»

Hace tres años, Spike Lee adaptó su primer largometraje, Nola Darling, en formato serie para Netflix. ¿Era esto la prueba de un aburguesamiento?¿Ganas de rizar el rizo? No exactamente. Con las gafas bien ajustadas y la fluidez de una metralleta al hablar, el autor de Haz lo que debas, Malcolm X y Camellos seguía sabiendo ser corrosivo a la hora de hablar de gentrificación o del caso Weinstein. Con motivo de la salida de nuestro especial 100% hip hop, disponible en quioscos y en digital, el reciente estreno de Da 5 Bloods: Hermanos de armas (Netflix) recuperamos esta entrevista originalmente publicada en Sofilm 47 con el cineasta emblema de la «hip hop nation». Declaraciones recogidas por David Alexander Cassan 
 
¿Por qué razones ha aceptado usted transformar su primer filme, Nola Darling (1986) en serie para Netflix?
La película original dura ochenta y cuatro minutos. En la serie tenemos diez episodios de una treintena de minutos cada uno. Yo había escrito un cuento, en 1986, pero con Netflix lo que se ha escrito es una novela. Con mujeres. No es que piense que, a la fuerza, haya que hacer un llamamiento a las mujeres para contar la historia de una mujer, pero el curro que había por delante exigía que fuéramos varias personas las involucradas. Así que llamamos a Lynn Nottage, que ha ganado dos premios Pulitzer (por su obra teatral, N. de la R.), Elisa Davis, mi hermana Joie Lee y Radha Blank. Se trata de un esbozo mucho más grande en el que vemos a Nola Darling, una artista negra en la ruina viviendo en el ahora gentrificado barrio de Fort Greene. En la película me burlaba de esos tipos que no soportan que Nola tenga varios novios. En la serie, Nola es el centro del universo, el punto central en torno al cual los planetas están en órbita. En la película, sabemos que es una artista, pero no vemos nunca cómo es su arte. En la serie, quería mostrarla en cuanto artista, quería que la viéramos trabajando, que viéramos lo que pinta. Pero si hemos podido contar muchísimas más cosas, ello se debe igualmente a que hemos dispuesto de más dinero. ¡En aquella época, Nola Darling se rodó en doce días con 175.000 dólares! Esta vez han sido sesenta y tres días de rodaje. Es una diferencia considerable… Y, además, yo tenía 29 años cuando rodé la peli y hoy tengo 60. Estoy casado, tengo dos hijos. Mi mujer, Tonya Lewis Lee es, además, la productora ejecutiva de la serie.
 
 
En el momento de su estreno, algunos críticos consideraron que Nola Darling era una cinta misógina. Usted afirmaba que su intención era la contraria.
A críticos como Michelle Wallace o Bell Hooks no les gustó la película, en concreto a causa de la escena en la que Nola Darling es violada. Partiendo de esa escena, esos periodistas consideraron que yo estaba propagando una imagen estereotipada de las mujeres negras. Pero ya sabe, ¡es algo que me ha pasado en todas mis películas o en casi todas! Con respecto a Aulas turbulentas, recuerdo una crítica que decía: «Este filme hará que la raza negra remonte a cuatrocientos años atrás». Sí, pero si hay un cineasta que siempre ha comprendido que los negros no forman un grupo homogéneo ese soy yo. ¡Es absurdo pensar que debería haber un solo punto de vista sobre cualquier asunto relativo a la historia de los afroamericanos! No nos parecemos todos entre nosotros, no hablamos de la misma manera ni pensamos igual…
 
¿Cree que es injusto que todavía lo presenten como el cineasta de las relaciones raciales, cuando las relaciones entre hombres y mujeres son un motivo cuando menos tan importante en su obra?
¿Qué quiere que le diga? La gente no hace el trabajo de investigación que debería. No conocen mi filmografía de los últimos treinta años. Tengo incluso la impresión de que, de la década pasada, se han quedado con Haz lo que debas, Malcolm X y Fiebre salvaje, cuando en realidad no son más que una pequeña parte de mi obra. A la gente le gusta poner etiquetas, mientras que yo siempre me he negado a que me las pongan.
 
Mucho antes del caso Weinstein, ya abordó usted la entonces famosa práctica del casting couch en la primera escena de Girl 6. En ella vemos a Quentin Tarantino pidiéndole a una joven actriz que le enseñe sus pechos… ¿Tiene hoy esta escena una resonancia diferente?
Para empezar, es alucinante que Quentin Tarantino aceptara interpretar ese papel en una de mis películas… Sobre todo, cuando situamos esto en el contexto de lo que sucedió entre nosotros (en el estreno de Jackie Brown, Spike Lee había declarado: «Me plantea un problema que Tarantino utilice tanto el término “nigga” en sus películas. ¿Qué demonios le pasa?», N. de la R.). Lo único que sé es que quería a un verdadero realizador para esta escena. Algunos de ellos se negaron, pero ¡Quentin aceptó y me pareció genial! Luego, tampoco hay que ver esta escena como un comentario por mi parte sobre sus actos. Además, fue una mujer, Suzan-Lori Parks, quien escribió Girl 6. Ahora, para hablar del caso Weinstein en cuanto tal, no sé nada de ese asunto. Me parecería justo que la mentalidad de la gente evolucionara. En este sentido, se puede decir que vivimos en una época interesante.
 

En la serie, utiliza usted
hashtags y pone en escena portadas de álbumes tal y como aparecen en iTunes o Spotify. A lo largo de toda su carrera, siempre se ha esforzado por estar en contacto con la «cultura joven», ¿cuáles son las razones de esto?
En primer lugar, ¡tengo un hijo y una hija de una veintena de años! ¡Además, doy clases! No es difícil permanecer en contacto con la juventud. Soy profesor del tercer ciclo en la escuela de cine de la NYU, justo en el lugar donde fui alumno junto a Ernest Dickerson y Ang Lee. En aquel entonces, Ang no conocía más que un par de palabras en inglés, así que ¡no hablaba mucho! Pero yo había visto sus películas, así que sabía que era muy bueno. Ernest y yo éramos muy amigos, tuvo un papel muy importante en mi carrera de cineasta: iluminó todas mis pelis en la NYU, luego también Nola Darling, Aulas turbulentas, Haz lo que debas, Cuanto más, mejor, Fiebre salvaje y Malcolm X… Los dos procedíamos de universidades negras: él de Howard University; yo, de Morehouse, ¡dos universidades rivales! Ernest y yo formábamos, junto a otras personas, un núcleo de trabajo: él como director de fotografía; Wynn Thomas como director de producción; Barry Brown como montador; Ruth Carter como encargada de vestuario; Robi Reed como directora de casting, y Bill Lee, mi padre, a la música. Esta es la fundación de todo lo que sucedió a continuación.
 
¿Por qué esa necesidad de trabajar con gente allegada, es decir, con la familia?
Formábamos un equipo, eso es todo. Por lo demás, todo el mundo destacaba en su especialidad. Nos apoyábamos los unos a los otros, nos adorábamos y hacíamos todo lo posible por hacer grandes películas. Claro que cada cual tenía su ego, pero todos sabían que podían proponer lo que quisieran, aun cuando a mí me correspondiera tomar la decisión final. Podían darme ideas, pero si yo decidía que no podíamos llevarlas a cabo, ¡no las hacíamos y punto!
 

Mientras estudiaba en la NYU, ¿había imaginado alguna vez que su nombre aparecería en un plan de estudios universitario asociado a un plano concreto? Pensamos, claro está, en su plano icónico: el de la «
dolly doble».
Yo no inventé ese plano, ya existía antes de que yo lo empleara. Había una escena en Cuanto más, mejor en la que yo tenía que caminar por la acera, habíamos puesto la cámara en la dolly y esta a su vez en una grúa, y aquel plano se convirtió en mi «firma», así fue. Puede que Ernest se acuerde mejor de eso. Era él quien estaba ese día tras la cámara. La gente con frecuencia me dice que puede reconocer mis filmes sin esperar a los créditos: gracias a un plano, a la composición, a la manera en que se mueve la cámara. Y eso me encanta, evidentemente, digamos que es un poco mi equivalente al cameo de Hitchcock…
 
Ruth Carter explica que usted no procede exactamente del barrio de Bedford Stuyvesant. Lo cierto es que fue criado por un músico y una profesora un poco más allá, en la zona de Fort Greene. ¿Qué lo empujó a contar la historia de los más desfavorecidos?
En casa había mucha cultura, pero no teníamos tanto dinero. ¡El único músico de jazz que se ganaba bien la vida entonces era Miles Davis! La gente se confunde hoy en día, porque, sí, es verdad que venía de una familia cultivada, pero eso en aquella época no estaba necesariamente ligado al dinero. Continental Edison nos cortaba la electricidad sin parar; Brooklyn Union Gas nos cortaba el gas… En mi película Crooklyn hablo de la vida de mi familia. Pertenecíamos a la clase media/baja y Fort Greene, el barrio en el que crecí, está justo al lado de Bed-Stuy: ¡para mí son el mismo barrio! De modo que no me era difícil hablar de él en el cine. No estoy para nada de acuerdo con lo que dice Ruth.
 
La gentrificación del barrio de Fort Greene aparece como un tema ineludible de la serie, ¿por qué le interesa tanto?
¡Vea atentamente Haz lo que debas! Ahí ya se habla de la gentrificación, y sin embargo el guion es de 1998. El personaje del blanco que luce una camiseta de los Celtics encarna esa idea. Con Nola Darling necesitaba volver a hablar de la gentrificación, pues he visto cómo ha ido cambiando mi barrio. Para bien y para mal. Para bien, porque hay una mayor presencia policial, los basureros limpian las papeleras a su debido momento y los colegios públicos son de mejor calidad. Para mal, porque muchas familias afroamericanas o puertorriqueñas que llevaban allí décadas se han tenido que ir al no poder pagar los alquileres. Mucha gente que se instala en estos barrios tiene el síndrome de Cristóbal Colón y no respeta la cultura de cuantos allí viven. En el primer episodio de la serie, una recién llegada anuncia que se trata de un «nuevo Fort Greene». A partir de ahí, el personaje de Mars Blackmon le responde: «¿Nuevo? ¡Pero si estábamos aquí desde mucho antes!». Los amerindios ya estaban instalados aquí en Estados Unidos antes de que llegaran otros motherfuckers. Querer cambiar el nombre de un barrio, por ejemplo, es algo muy pernicioso y peligroso. Históricamente, Harlem es la Meca de la cultura afroamericana. ¿Qué pasará si los promotores inmobiliarios intentan transformar esta historia diciendo NoHa en lugar de North Harlem y SoHa en lugar de South Harlem…? (Se ríe sarcásticamente.)

 
La gentrificación afecta a todas las grandes ciudades occidentales, ya que es un síntoma de la mundialización y el neoliberalismo. Si se trata más de un problema de organización de la sociedad que de un problema inmobiliario, ¿qué soluciones se pueden aportar que no sean sistémicas?
Es un problema global, ¡sí! Lo que podría ayudar sería construir más viviendas sociales. Ya seas negro, blanco o mulato, para vivir en Nueva York hoy en día, tienes que ser millonario. ¡Es ridículo! Nueva York no puede convertirse en una ciudad de banqueros y de hombres de negocios. A lo largo de la historia, lo que ha hecho de Nueva York la mejor ciudad del mundo han sido los artistas que han nacido aquí o han venido a vivir aquí. Esto ya no volverá a ser así, pues los jóvenes artistas ya no tienen medios para vivir aquí: se irán a Detroit, donde podrán comprar una casa por quinientos dólares, a Seattle o a Portland, y Nueva York dejará de ser la gran ciudad que ha sido. Basquiat no tendría medios para vivir en Nueva York, Keith Haring y David Byrne tampoco… Ni siquiera hablo de los artistas que han venido a instalarse aquí: un joven Bob Dylan no podría vivir aquí… ¡La lista es infinita! Por no hablar siquiera de la financiación pública de las artes: lo que se necesita es más vivienda social.
 
En el momento del estreno de su película Chi-Raq (2015), esperaba usted que su filme «salvara vidas». ¿Piensa que sus obra ha contribuido a cambiar Estados Unidos?
Dejemos de lado los libros de historia por un instante. Digamos que, cuando abandone este mundo, estaré del lado bueno de la historia. Esta es una buena cita para usted, ¿verdad?
 
Da 5 Bloods: Hermanos de armas y Nola Darling se encuentran disponibles en Netflix.